domingo, 25 de octubre de 2009

REFLEXIONES SOBRE EL QUEHACER DOCENTE



La lectura de Perrenoud deja mucho para reflexionar sobre la actividad docente que estamos desarrollando, en primer lugar no sabemos qué es lo que va a hacer el joven en un futuro, es por eso que debemos formarlo integralmente, para que esté preparado y pueda resolver cualquier tipo de problema que se le presente, ya sea familiar, social y profesional, por lo tanto no basta con llenarlo de conocimientos puramente disciplinares, sino que sepa utilizar esos conocimientos en su vida cotidiana. Es cierto que cuándo un alumno nos pregunta y ese tema para qué nos sirve, cuántas veces no solemos contestar para que el siguiente semestre se te haga más fácil tal asignatura, pero esta respuesta no le basta al joven, eso no es de su interés, él quiere escuchar otro tipo de respuesta que lo deje convencido, es decir que el conocimiento que adquiere lo relacione con su vida y, es así cuando el joven le encuentra sentido a sus estudios.
Es cierto que la transferencia y la movilización de conocimientos y capacidades no son sobre la marcha, es necesario trabajarlos e involucrarlos expresamente, para esto se requiere de saber diseñar estrategias de acuerdo a las necesidades de los estudiantes, pues es muy importante tomarlos en cuenta para saber sus inquietudes e intereses. En este sentido debemos de contar con las habilidades para diseñar estrategias, aunque muchos carecemos de éstas, debemos apoyarnos unos a otros, recordando que todos tenemos talento, todos somos creadores, sólo nos falta compartir.
Al terminar la escuela un alumno, no basta que éste aplique los conocimientos sólo en el ámbito laboral y/o profesional, sino que sea capaz de resolver problemas de su vida personal, familiar y social, un ejemplo que puedo mencionar es el siguiente: un alumno que terminó su bachillerato con promedio de 9.8, es excelente en el ámbito académico, a este joven se le presenta la oportunidad de participar en una jornada académica de Biología en la ciudad de Uruapan a dos horas de la capital Michoacana, pues este joven no fue capaz de irse sólo a dicho municipio, debido a que nunca había viajado sólo, es aquí donde no estamos formando al joven de manera integral tal como lo menciona Perronoud, el alumno debe contar con las competencias necesarias, pues no sabemos a qué se enfrentará en un futuro.
Se debe cambiar el papel del profesor, en primer lugar debemos de ponernos en el zapato del alumno, los jóvenes de hoy tienen muchos problemas entre ellos principalmente emocionales, hoy en día los padres tienen la necesidad de trabajar (en la mayoría ambos), es por esto que los hijos se encuentran solos en casa y, en muchos casos el refugio es la escuela pues no tienen con quién platicar, anteriormente la mayoría de los padres de familia el único que trabajaba era sólo el padre, por lo tanto la madre estaba al pendiente de los hijos el mayor tiempo posible, con esto los trastornos psicológicos a los cuales se enfrentaba el joven eran menos perjudiciales, porque había más comunicación entre padres e hijos que hoy en día. Otra parte primordial que se refleja hoy con los jóvenes es la pérdida de valores, tal parece como si éstos pasaron de moda, es aquí donde debemos también poner mucha atención, en lo que esté a nuestro alcance, porque sabemos de antemano que la primera escuela es nuestra casa, y hacemos lo que vemos pero no lo que nos dicen. Se necesita pues, de maestros con sensibilidad, responsabilidad, que tratemos que la relación de maestro-alumno sea de respeto, cordial, que creamos un ambiente de confianza en nuestro salón de clases y que motivemos constantemente a nuestros alumnos. Debemos también involucrarnos con la tecnología, y saber utilizar dichos medios para diseñar estrategias que motiven al joven en su aprendizaje, necesitamos actualizarnos constantemente, porque al alumno le aburren las clases pasivas, pues la mayoría de ellos tienen estilos de aprendizaje física y cinestética, musical, espacial, cibernética, entre otras, es por eso debemos tener la habilidad para conocer las características de los jóvenes para así desarrollar actividades de aprendizaje.
El evaluar a una persona es complicado, y se debe realizar en forma regular, para que tengamos todas las evidencias necesarias de su aprendizaje, tomando en cuenta de que no todos aprenden lo mismo ni al mismo tiempo. Para evaluar bajo el enfoque de competencias, debemos apoyarnos en el desarrollo de proyectos que son estrategias didácticas para integrar los aprendizajes del alumno, en el cual se requiere la participación activa de los estudiantes en el planteamiento, investigación y seguimiento de las actividades a realizar.
Al platicar con profesores que imparten las asignaturas de Química I e Informática I, se concluye que no es suficiente el conocimiento de la disciplina, si no que esté conocimiento lo relacione con todas las asignaturas y que sobretodo sea pertinente; los programas así están diseñados, pues se requiere formar ciudadanos que cuenten con las capacidades necesarias para responder a diversos contextos que tengan impacto más allá que cualquier disciplina. En el caso de Matemáticas I, una competencia que el estudiante debe desarrollar es interpretar gráficas, tablas, mapas, diagramas y textos con símbolos matemáticos y científicos, el entruzamiento curricular que existe en el caso de las asignaturas de Química I e Informática I, es que el alumno tenga las habilidades y destrezas necesarias para interpretar información y para establecer la relación entre expresiones simbólicas de un fenómeno natural, apoyándose del uso de las tecnologías de información y comunicación, tanto para investigar, analizar e interpretar, así como presentar dicha información haciendo uso de un procesador de textos.
Necesitamos de un trabajo en equipo por academia para poder diseñar actividades de aprendizaje, acorde a las necesidades del alumno y condiciones de infraestructura y equipamiento de nuestra escuela. Teniendo siempre presente que las competencias que debe tener el alumno, no es sólo en al ámbito académico, sino el de su vida personal, familiar y social.

lunes, 12 de octubre de 2009

LA AVENTURA DE SER DOCENTE

En mi práctica docente tengo 8 años 11 meses, desde que inicie con esta bonita labor y he impartido diferentes asignaturas, todas ellas basadas en el área de físico-matemático. Hago mención que algunos temas me cuestan mucho trabajo transmitirlos como es el caso de cálculo diferencial e integral, sin embargo pongo todo mi esfuerzo por tratar de poner en claro las ideas, de las cuales no son del todo positivo como se espera, pero tengo la confianza que voy a lograr superar todas estas dificultades.
Para la mayoría de los alumnos las materias de ciencias duras no son del todo agradables y, desde el inicio del semestre muchos de ellos comentan: “ya estoy en el extra porque siempre he reprobado esa materia desde la secundaria” o “yo no soy bueno para matemáticas”, como éstos y otros comentarios suelen hacer, cuando escucho esto trato de motivarlos y les digo que es cuestión de trabajar durante todo el semestre, ser constantes en clase y preguntar sin que les dé pena de nada, cualquier pregunta que consideren necesaria la hagan ya que venimos a aprender y, todos aprendemos de todos, el maestro es solo un guía en su formación académica.
Algunas personas piensen que dar clases es fácil, pero yo no concibo esa idea y para mí es un reto que día a día tengo, pues cada alumno es diferente y tengo que estar a la expectativa para responder las preguntas que hagan; además cuando se explica un tema en un grupo me puede funcionar la explicación, pero en otro grupo no y por lo tanto tendré que buscar las palabras adecuadas para lograr transmitir mejor el conocimiento.
En el caso de los alumnos de primer semestre me cuesta un poco más trabajo, debido al cambio que existe entre la secundaria y el nivel medio superior sin olvidar la etapa tan difícil por la cual atraviesan que es la juventud.

domingo, 11 de octubre de 2009

LOS SABERES DE MIS ESTUDIANTES

Al realizar la actividad sobre lo que hacen en internet mis estudiantes (28 alumnos) me doy cuenta que la mayoría están en contacto con el internet por lo menos 4 días a la semana con un promedio de dos horas al día.
Algo que me llamo mucho la atención es que todos utilizan el internet para realizar la mayoría de sus tareas y trabajos y que sólo le dedican un tiempo de 15 a 20 minutos en lo que buscan y bajan la información, y el demás tiempo lo invierten en otras actividades diferentes como es: bajar música, películas, videos, juegos, firmar metroflog, subir fotos, chatear, por mencionar algunas. Aprovechando que la mayoría de los alumnos de una u otra forma tienen conocimiento del manejo de la tecnología, así pueden tener acceso a ella, ya que algunos cuentan con servicio de internet en sus hogares y, otros lo tienen a su alcance debido a que alrededor de su casa existen espacios que cuentan con este tipo de servicio, podemos aprovechar estas condiciones y realizar actividades que les motive y les ayuden a obtener el conocimiento.
Con las habilidades que tienen los alumnos en bajar videos, películas e imágenes, se pueden implementar actividades como: buscar videos de carácter científico acorde al tema que se esté desarrollando en el salón de clases y proyectarlo, para posteriormente debatir, se cuestione y saque sus propias conclusiones al respecto, también se propone que se tengan foros en donde ellos puedan expresar sus ideas del tema, esto aprovechando que a todos les gusta comunicarse en línea. Pueden realizar también presentaciones con imágenes acordes al tema por equipo, de manera que si alguno o algunos de los integrantes del equipo no tengan el conocimiento sobre el manejo del software para la elaboración de su presentación, se puedan apoyar con sus compañeros que tienen el conocimiento y aprender todos de manera conjunta. Para realizar la actividad anterior existe un problema no se cuenta con el espacio necesario como es centro de computo, debido a que el centro de computo con que cuenta la institución no tiene el equipo necesario y éste es utilizado por asignaturas como informática, hoja de cálculo entre otras. Se propone que los alumnos que cuenten con el servicio en su hogar puedan formar equipos con otros que carecen de él y ponerse de acuerdo para realizar dicha actividad.

sábado, 10 de octubre de 2009

LA AVENTURA DE SER MAESTRO

José M. Esteve
Universidad de Málaga
_____________________________________________________________________________
Ponencia presentada en las XXXI Jornadas de Centros Educativos
Universidad de Navarra. 4 de febrero de 2003
Tras veinticinco años de recorrido profesional, el autor afirma que se aprende a ser profesor por ensayo y por error. En el camino deben sortearse distintas dificultades, como elaborar tu propia identidad profesional, dominar las técnicas básicas para ser un buen interlocutor, resolver el problema de la disciplina y adaptar los contenidos al nivel de conocimiento del alumnado.
__________________________________________________________________________
La enseñanza es una profesión ambivalente. En ella te puedes aburrir soberanamente, y vivir cada clase con una profunda ansiedad; pero también puedes estar a gusto, rozar cada día el cielo con las manos, y vivir con pasión el descubrimiento que, en cada clase, hacen tus alumnos.
Como casi todo el mundo, yo me inicié en la enseñanza con altas dosis de ansiedad; quizás porque, como he escrito en otra parte, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y error. Aún me acuerdo de mi primer día de clase: toda mi seguridad superficial se fue abajo al oír una voz femenina a mi espalda: “¡Qué cara de crío. A éste nos lo comemos!”. Aún me acuerdo de mi miedo a que se me acabara la materia que había preparado para cada clase, a que un alumno me hiciera preguntas comprometidas, a perder un folio de mis apuntes y no poder seguir la clase... Aún me acuerdo de la tensión diaria para aparentar un serio academicismo, para aparentar que todo estaba bajo control, para aparentar una sabiduría que estaba lejos de poseer...
Luego, con el paso del tiempo, corrigiendo errores y apuntalando lo positivo, pude abandonar las apariencias y me gané la libertad de ser profesor: la libertad de estar en clase con seguridad en mí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y lo que no se puede hacer en una clase; la libertad de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas para explicar un tema, de cambiar formas y modificar contenidos. Y con la libertad llegó la alegría: la alegría de sentirme útil a los demás, la alegría de una alta valoración de mi trabajo, la alegría por haber escapado a la rutina convirtiendo cada clase en una aventura y en un reto intelectual.
Pensar y sentir
El camino y la meta me los marcó Unamuno en una necrológica de Giner de los Ríos, leída por azar en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: “Era tan hombre y tan maestro, y tan poco profesor -el que profesa algo-, que su pensamiento estaba en continua y constante marcha, mejor aun, conocimiento... y es que no escribía lo ya pensado, sino que pensaba escribiendo como pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”.
”Era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”... Miguel de Unamuno y su preocupación por enlazar pensamiento y sentimiento... Nunca encontré una mejor definición del magisterio: dedicar la propia vida a pensar y sentir, y a hacer pensar y sentir; ambas cosas juntas. Muchos colegas coinciden en este punto. Mª Carmen Díez, desde la escuela primaria, expresa así su visión actual de la enseñanza: “ahora entiendo la escuela como un sitio adonde vamos a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás; donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para decirte al oído algún secreto magnífico”. Fernando Corbalán, un profesor de secundaria, tras hablarnos de que en clase tenemos que divertirnos, buscar el ansia de saber y propiciar una atmósfera de investigación, concluye: “Y no se piense que sólo se abre la mente a los alumnos. También la del profesor se expande y se llena de nuevos matices y perspectivas más amplias, y funciona la relación enriquecedora en los dos sentidos. Mi experiencia, al menos, me dice que algunos de los juegos y problemas con los que he disfrutado, y que sigo utilizando, han tenido su origen en la dinámica de la clase... Y cuando se crea esa atmósfera mágica en clase, con los fluidos intelectuales en movimiento, pocas actividades hay más
placenteras[N1] ”.
Hace tiempo, descubrí que el objetivo es ser maestro de humanidad. Lo único que de verdad importa es ayudarles a comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea. Para ello, no hay otro camino que rescatar, en cada una de nuestras lecciones, el valor humano del conocimiento. Todas las ciencias tienen en su origen a un hombre o una mujer preocupados por desentrañar la estructura de la realidad. Alguien, alguna vez, elaboró los conocimientos del tema que explicas, como respuesta a una preocupación vital. Alguien, sumido en la duda, inquieto por una nueva pregunta, elaboró los conocimientos del tema que mañana te toca explicar. Y ahora, para hacer que tus alumnos aprendan la respuesta, no tienes otro camino más que rescatar la pregunta original. No tiene sentido dar respuestas a quienes no se han planteado la pregunta; por eso, la tarea básica del docente es recuperar las preguntas, las inquietudes, el proceso de búsqueda de los hombres y mujeres que elaboraron los conocimientos que ahora figuran en nuestros libros. La primera tarea es crear inquietud, descubrir el valor de lo que vamos a aprender, recrear el estado de curiosidad en el que se elaboraron las respuestas. Para ello hay que abandonar las profesiones de fe en las respuestas ordenadas de los libros, hay que volver las miradas de nuestros alumnos hacia el mundo que nos rodea y rescatar las preguntas iniciales obligándoles a pensar.
Cada día, antes de explicar un tema, necesito preguntarme qué sentido tiene el que yo me ponga ante un grupo de alumnos para hablar de esos contenidos, qué les voy a aportar, qué espero conseguir. Y luego, cómo enganchar lo que ellos saben, lo que han vivido, lo que les puede preocupar, con los nuevos contenidos que voy a introducir. Por último me lanzo un reto: me tengo que divertir explicándolo, y esto es imposible si cada año repito la explicación del tema como una salmodia, con la misma gracia en el mismo sitio y los mismos ejemplos; llevo treinta años oyéndome explicar los temas, en algunas ocasiones, repitiéndolos dos o tres veces en distintos grupos; he calculado que me jubilo el año 2.021 y estoy seguro de que moriré de aburrimiento si me oigo año tras año repitiendo lo mismo, con mis papeles cada vez más amarillos y los rebordes carcomidos. La renovación pedagógica, para mí, es una forma de egoísmo: con independencia del deseo de mejorar el aprendizaje de mis alumnos, la necesito como una forma de encontrarme vivo en la enseñanza, como un desafío personal para investigar nuevas formas de comunicación, nuevos caminos para hacer pensar a mis alumnos... “pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir...” Desde esta perspectiva, la enseñanza recupera cada día el sentido de una aventura que te rescata del tedio y del aburrimiento, y entonces encuentras la libertad de expresar en clase algo que te es muy querido. Inmediatamente recibes la respuesta: cien alumnos pican el anzuelo de tu palabra y ya puedes dejar correr el sedal, modulas el ritmo de tu explicación a la frecuencia que ellos emiten con sus gestos y sus preguntas, y la hora se pasa en un suspiro -también para ellos-. Y entonces descubres la alegría: ese momento de magia te recompensa las horas de estudio y te hace sentirte útil en la enseñanza.
No hay mejor regalo de los dioses que encontrar un maestro. A veces tenemos la fortuna de encontrar a alguien cuya palabra nos abre horizontes antes insospechados, nos enfrenta con nosotros mismos rompiendo las barreras de nuestras limitaciones; su discurso rescata pensamientos presentidos que no nos atrevíamos a formular, e inquietudes latentes que estallan con una nueva luz. Y, curiosamente, no nos sentimos humillados por seguir el curso de un pensamiento ajeno; por el contrario, su discurso nos libera y nos ensancha creando en nosotros un juicio paralelo con el que reestructuramos nuestra forma de ver la realidad; y luego, extinguida la palabra, aún encontramos los ecos que rebotan en nuestro interior obligándonos a ir más allá, a pensar por nuestra cuenta, a extraer nuevas conclusiones que no estaban en el discurso original... Este es el objetivo: ser maestros de humanidad... a través de las materias que enseñamos, o quizás, a pesar de las materias que enseñamos; recuperar y transmitir el sentido de la sabiduría; rescatar para nuestros alumnos, de entre la maraña de la ciencia y la cultura, el sentido de lo fundamental permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les rodea.
Las dificultades
He hablado de mis precarios inicios en la enseñanza, y de mi visión actual tras treinta años de recorrido profesional; pero, para ayudar a otros a recorrer el mismo camino, tengo ahora que hablar del proceso intermedio, e, inevitablemente, de las dificultades a sortear.
Identidad profesional
El primer problema consiste en elaborar tu propia identidad profesional. Esto implica cambiar tu mentalidad, desde la posición del alumno que siempre has sido, hasta descubrir en qué consiste ser profesor. Y aquí aparecen los primeros problemas, porque hay enseñantes que no aceptan el trabajo de ser profesor. Las dificultades suelen ser distintas entre los profesores de primaria respecto a los de secundaria.
Entre los de primaria el peor problema es la idealización: la formación inicial que han recibido suele repetir con insistencia lo que el buen profesor “debe hacer”, lo que “debe pensar” y lo que “debe evitar”; pero nadie les ha explicado, en términos prácticos, cómo actuar, cómo enfocar los problemas de forma positiva y cómo eludir las dificultades más comunes. Han aprendido contenidos de enseñanza, pero no saben cómo organizar una clase, ni cómo ganarse el derecho a hacerse oír. Así, se les ha repetido hasta la saciedad la importancia de la motivación para el aprendizaje significativo: “el buen profesor debe motivar a sus alumnos”; pero nadie se ha preocupado de que aprendieran de forma práctica diez técnicas específicas de
motivación[N2] . Pese a que una de las principales tareas a desarrollar en su trabajo será la enseñanza de la lectura y la escritura, muy pocas diplomaturas de maestro incluyen un curso de lectoescritura, mientras que es frecuente que se dediquen cursos enteros al aprendizaje de la fonética.
Por estos caminos, al llegar al trabajo práctico en la enseñanza, el profesor novato se encuentra con que tiene claro el modelo de profesor ideal, pero no sabe cómo hacerlo realidad. Tiene claro lo que debería hacer en clase, pero no sabe cómo hacerlo. “El choque con la realidad” dura dos o tres años; en ellos el profesor novato tiene que solucionar los problemas prácticos que implica entrar en una clase, cerrar la puerta y quedarse a solas con un grupo de alumnos.
En este aprendizaje por ensayo y error, uno de los peores caminos es el de querer responder al retrato robot del “profesor ideal”; quienes lo intentan descubren la ansiedad de comparar, cada día, las limitaciones de una persona de carne y hueso con el fantasma etéreo de un estereotipo ideal. Desde esta perspectiva, si las cosas salen mal es por que yo no valgo, por que yo no soy capaz de dominar la clase; y, de esta forma, los profesores novatos se ponen a sí mismos en cuestión, y, a veces, cortan los canales de comunicación con los compañeros que podrían ayudarles: ¿cómo reconocer ante otros que yo tengo problemas en la enseñanza, si el “buen profesor” no “debe” tener problemas en clase? Como señala el artículo de Fernández Cruz, la identidad profesional se alcanza tras consolidar un repertorio pedagógico y tras un periodo de especialización, en el que el profesor novato tiene que volver a estudiar temas y estrategias de clase, ahora desde el punto de vista del profesor práctico y no del estudiante de
magisterio[N3] .
Entre los profesores de secundaria, el problema de la identidad profesional es mucho más grave. Como señala Fernando Corbalán: “la inmensa mayoría de los profesores de secundaria nunca tuvimos una vocación clara de enseñantes... Estudiamos una carrera para otra cosa (matemático profesional, químico, físico,...)”. En efecto, nuestros profesores de secundaria se forman en unas Facultades universitarias de Ciencias y Letras que, ni por asomo, pretenden formar profesores. En ellas predomina el modelo del investigador especialista. Como resultado de este modelo, el profesor que llega al Instituto para explicar Geografía e Historia, y, con un poco de mala suerte un curso suelto de Ética, se identifica a sí mismo como “medievalista”, ya que, durante los últimos cinco años de su vida, la Universidad le ha insistido en la necesidad de estudiar Paleografía, Epigrafía y Numismática, Latín y Árabe para acceder a los documentos medievales, y se le ha iniciado en el trabajo de Archivo, centrándole en una época histórica muy determinada y permitiéndole olvidar el resto de la historia. Al parecer, nadie se ha puesto a pensar en el problema de identidad que sobreviene a nuestro medievalista cuando se enfrenta a una clase bulliciosa de treinta adolescentes en una zona rural o en un bario conflictivo. El sentimiento de error y de autoconmiseración se apodera de nuestro nuevo profesor. El es un investigador, un medievalista, ha pasado dos veranos en el archivo de Simancas preparando su Tesina entre documentos originales que él es capaz de descifrar... ¿por qué le obligan ahora a enseñar Historia General, que no es lo suyo, y, de paso Geografía y Ética? Y, además, descubre horrorizado que los alumnos no tienen el menor interés por la Historia, y que temas claves de su especialidad -como el apasionante tema de su tesina- se despachan con dos párrafos en el libro de texto.
Para colmo, nuestro futuro profesor de secundaria se da cuenta de que no sabe cómo organizar una clase, cómo lograr un mínimo orden que permita el trabajo y cómo ganarse la atención de los alumnos. Aquí, el problema de perfilar una identidad profesional estable pasa por un auténtico proceso de reconversión, en el que el elemento central consiste en comprender que la esencia del trabajo del profesor es estar al servicio del aprendizaje de los alumnos. ¡Qué duro resulta comprender esto a la mayor parte de nuestros profesores de secundaria y de Universidad! Ellos son investigadores, especialistas, químicos inorgánicos o físicos nucleares, medievalistas o arqueólogos, ¿por qué van ellos a rebajar sus niveles de conocimientos a la mentalidad de treinta adolescentes bárbaros? ¡Hay que mantener el nivel! -gritan exaltados-, y ello significa, en la práctica, que dan clase para dos o tres privilegiados, mientras el resto de los alumnos van quedando descolgados. Y además, hasta el fin de sus días, vivirán la enseñanza rumiando la afrenta de que la sociedad les obligue a abandonar el Olimpo de su investigación para mantener contacto un grupo de adolescentes.
Por contra, algunos profesores consiguen estar a gusto en su trabajo, y descubren que esto pasa, necesariamente, por una actitud de servicio hacia los alumnos, por el reconocimiento de la ignorancia como el estado inicial previsible, por aceptar que la primera tarea es encender el deseo de saber, por aceptar que el trabajo consiste en reconvertir lo que sabes para hacerlo accesible a un grupo de adolescentes... Un viejo maestro me decía que, enseñar al que no sabe está catalogado, oficialmente, entre las obras de misericordia; y, en efecto, hace falta un cierto sentido de la humildad para aceptar que tu trabajo consiste en estar a su servicio, en responder a sus preguntas sin humillarlos, en esperar algunas horas en tu despacho por si alguno quiere una explicación extra, en buscar materiales que les hagan asequible lo esencial, y en recuperar lagunas de años anteriores para permitirles acceder a los nuevos conocimientos. Lo único verdaderamente importante son los alumnos...
Esa[N4] enorme empresa que es la enseñanza no tiene como fin nuestro lucimiento personal, nosotros estamos allí para transmitir la ciencia y la cultura a las nuevas generaciones, para transmitir los valores y las certezas que la humanidad ha ido recopilando con el paso del tiempo, y advertir a las nuevas generaciones del alcance de nuestros grandes fracasos colectivos. Esa es la tarea con la que hemos de llegar a identificarnos.
Comunicación e interacción
El segundo problema a solucionar para ganarse la libertad de estar a gusto en clase hace referencia a nuestro papel de interlocutor. Un profesor es un comunicador, es un intermediario entre la ciencia y los alumnos, que necesita dominar las técnicas básicas de la comunicación. Además, en la mayor parte de los casos, las situaciones de enseñanza se desarrollan en un ámbito grupal, exigiendo de los profesores un dominio de las técnicas de comunicación grupal. Por tanto, ese proceso de aprendizaje inicial, que ahora se hace por ensayo y error, implica entender que una clase funciona como un sistema de comunicación e interacción.
Una buena parte de las ansiedades y los problemas de los profesores debutantes se centran en este ámbito formal de lo que se puede y lo que no se puede decir o hacer en una clase. El profesor novato descubre enseguida que, además de los contenidos de enseñanza, necesita encontrar unas formas adecuadas de expresión, en las que los silencios son tan importantes como las palabras, en las que el uso de una expresión castiza puede ser simpático o hundirnos en el más espantoso de los ridículos. El problema no consiste sólo en presentar correctamente nuestros contenidos, sino también en saber escuchar, en saber preguntar y en distinguir claramente el momento en que debemos abandonar la escena. Para ello hay que dominar los códigos y los canales de comunicación, verbales, gestuales y audiovisuales; hay que saber distinguir los distintos climas que crean en el grupo de clase los distintos tonos de voz que el profesor puede usar: un tono grave y pausado induce al grupo a la reflexión, mientras que si queremos animar un debate debemos subir algo el tono de voz... etc.
Los profesores experimentados saben qué lugar físico deben ocupar en una clase, dependiendo de lo que ocurra en ella; saben interpretar las señales gestuales que emiten los alumnos para regular nuestro ritmo de clase, y el dominio de éstas y otras habilidades de comunicación requiere entrenamiento, reflexión y una constante actitud de autocrítica para depurar nuestro propio estilo docente. Al final, conseguimos ser dueños de nuestra forma de estar en clase, conseguimos comunicar lo que exactamente queremos decir, y logramos mantener una corriente de empatía con nuestros alumnos.
Disciplina
Otro obstáculo serio a superar, quizás el que genera en los novatos la mayor ansiedad, es el problema de la disciplina. En realidad, es un problema muy unido a nuestros sentimientos de seguridad y a nuestra propia identidad como profesores. En este tema he visto de todo: desde colegas que entran el primer día en clase pisando fuerte, con aires de matón de barrio, porque alguien les ha dado el viejo consejo de que no pueden sonreír hasta Navidad, hasta colegas desprotegidos e indefensos incapaces de soportar el más mínimo conflicto
personal[N5] . Entre esos dos extremos que van desde la indefensión hasta las respuestas agresivas, el profesor tiene que encontrar una forma de organizar a la clase para que trabaje con un orden productivo. Y, en cuanto comienza a hacerlo, descubre que esto tampoco se lo han enseñado. Se supone que el “buen profesor” debe saber organizar la clase, pero en pocas ocasiones se le ha contado al futuro profesor dónde está la clave para que el grupo funcione sin conflictos.
El viejo supuesto, según el cual, “para enseñar una asignatura lo único realmente importante es dominar su contenido” encuentra en este campo su negación más radical. Entonces, el profesor descubre que debe atender otras tareas distintas a las de enseñar: tiene que definir funciones, delimitar responsabilidades, discutir y negociar los sistemas de trabajo y de evaluación hasta conseguir que el grupo trabaje como tal. Y esto requiere una atención especial, a la que también hay que dedicar un cierto tiempo. El razonamiento y el diálogo son las mejores armas, junto con el convencimiento de que los alumnos no son enemigos de quienes tienes que defenderte. Mi experiencia me dice que los alumnos son seres esencialmente razonables; es posible que, si te dejas, intenten llevarte al huerto y bajar algo tus niveles de exigencia, pero si la razón te asiste y en ella fundas tu propia seguridad, los alumnos saben descubrir muy bien cuáles son los límites.
Contenidos y niveles
Por último, nos queda el problema de adaptar los contenidos de enseñanza al nivel de conocimientos de los alumnos. El profesor novato tiene que entender que ha dejado la Universidad, tiene que desprenderse de los estilos académicos del investigador especialista, y adecuar su enfoque de los conocimientos para hacerlos asequibles a su grupo de clase. Yo también protesto por el bajo nivel con el que me llegan mis alumnos, pero protestar no sirve de nada, tienes los alumnos que tienes, y con ellos no hay más que una alternativa: o los enganchas en el deseo de saber, o los vas dejando tirados conforme avanzas en tus explicaciones. Hay quien, en salvaguarda del nivel de enseñanza, adopta la segunda opción; pero a mí siempre me ha parecido el reconocimiento implícito de un fracaso; quizás porque, como dije antes, hace tiempo que descubrí que en cualquier asignatura, lo único importante es ser maestro de humanidad.
El orgullo de ser profesor
Y ahora, ya, el tiempo corre en mi contra. No espero nada nuevo del futuro: he hecho lo que quería hacer, y estoy donde quería estar. Es posible que mucha gente piense que ser profesor no es algo socialmente relevante, pues nuestra sociedad sólo valora el poder y el dinero; pero a mí me queda el desafío del saber y la pasión por comunicarlo. Me siento heredero de treinta siglos de cultura, y responsable de que mis alumnos asimilen nuestros mejores logros y extraigan consecuencias de nuestros peores fracasos. Y, junto a mí, veo a un nutrido grupo de colegas, en las zonas rurales más apartadas y en los barrios más conflictivos, orgullosos de ser profesores, trabajando día a día por mantener en nuestra sociedad los valores de la cultura y el progreso... entre ellos hay valiosos maestros de humanidad: hombres y mujeres empeñados en enseñar a sus alumnos a enfrentarse consigo mismos desde el preescolar hasta la Universidad.
_____________________________________________________________________________
MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)
Escritor, filósofo, humanista. Rector de la Universidad de Salamanca. Autor de una extensa obra literaria en la que destacan sus ensayos, en los que analiza la realidad social con una visión crítica y con una fuerte implicación personal. Se le considera uno de los mejores representantes de la Generación del 98. Su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera le llevó al destierro.
FRANCISCO GINER DE LOS RIOS (1839-1915)
Catedrático de derecho de la Universidad de Madrid. En 1876 renuncia a su puesto en defensa de la libertad de cátedra y funda la Institución Libre de Enseñanza, la institución educativa más innovadora en la España de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Su Residencia de Estudiantes es el centro clave de reunión y de formación de los mejores intelectuales y artistas españoles del siglo XX.

[N1]Muy cierto lo que se comenta en este párrafo, la escuela es un sitio donde vamos a aprender y, no sólo conocimientos acerca de nuestra asignatura, sino que aprendemos algunas cuestiones sobre nuestra vida personal, ya que muchos de los jóvenes nos hablan acerca de sus problemas que tienen en casa y cómo creen darle la solución. Muchos de ellos con salidas fáciles sin responsabilidad.

[N2]Tal como se comenta, la motivación es fundamental para llegar a que el proceso E-A tenga éxito. La mayoría de nuestros alumnos e incluso nosotros mismos nos encontramos desmotivados, considero que en primer lugar nosotros debemos transmitir esa motivación , porque no sólo enseñamos contenidos temáticos, sino que también estamos formando seres pensantes.

[N3]Muy buen párrafo, necesitamos no ser robots en un salón de clases, creo importante que seamos humildes y aceptemos que existen profesores con muy buenas técnicas pedagógicas de los cuales podemos aprender mucho y mejorar nuestra práctica docente.

[N4]Palabras sabias, un buen profesor es aquel que enseña al que no sabe. En nuestro salón de clase nos damos cuenta claramente que el 80 85% de nuestros alumnos no saben nada debido a que carecen de muchos conocimientos básicos y, nuestra labor está aquí con ellos, no con el 15% que sin necesidad del maestro él puede aprender.

[N5]La primera impresión jamás se olvida, esto es muy importante cuando vamos a entrar con un grupo nuevo. Debemos tener cuidado en esta parte fundamental del proceso E-A, ya que suele pasar que cierto grupo es disciplinado y más bien sucede que el grupo tiene miedo con ese profesor y por lo tanto es un grupo muy callado.

MI CONFRONTACIÓN CON LA DOCENCIA

La profesión que tengo es ingeniero químico, egresado de la facultad de ingeniería química de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, posteriormente hice mi maestría en ciencias en ingeniería química en la misma facultad.
Inicie dando clases en noviembre del 2000 y, jamás pensé en ser maestra algún día, sin embargo me gustaba desde que era niña explicar algunas cosas cuando estudiamos con mis compañeros. Cuando terminé la carrera estuve trabajando en una industria por 8 meses y, en ese tiempo dejé mi solicitud en el Colegio de Bachilleres, en el cual me entrevistaron y me preguntaron que si quería algún puesto en especial y, conteste que donde hubiera lugar estaba bien, si era puesto administrativo o docente no había ningún problema. Después me llaman y me comunican que había unas horas interinas de matemáticas y dibujo técnico en un plantel, el cual acepte con gusto, debo confesar que me dio un poco de nervios pero tenía la plena seguridad que todo iba a salir bien. En septiembre del 2002 ingrese a la escuela preparatoria Melchor Ocampo impartiendo la asignatura de matemáticas II.
Pienso que ser maestro es una bonita profesión, debido que contamos con la materia prima más preciosa que son los jóvenes, los cuales nos inyectan su energía y eso hace que me sienta bien. Aunque no soy maestra de carrera tengo toda la voluntad por hacer cada día mejor mi práctica docente y sé que me falta mucho, pero nada es imposible.
Ser maestra en el nivel medio superior es complicado debido a la etapa por la cual están pasando los jóvenes que es la juventud y, agregando que en estos tiempos la tecnología y la sociedad nos exige cada vez más la preparación y actualización docente.
Mi mejor satisfacción es, cuando encuentro alumnos que ya terminaron su carrera o se encuentran estudiando la licenciatura me saludan con gusto y me hacen algún comentario positivo sobre su estancia en el nivel medio superior. La insatisfacción es cuando en una clase percibo que cierto tema, los alumnos presentan dificultad por entenderle y eso me preocupa. Pero tengo la seguridad que voy a superar todo esto con la ayuda de todos los que formamos parte de esta especialidad.